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Comida fermentada... ¿por qué no?

Written By francis valentin matos diaz on miércoles, 11 de septiembre de 2013 | 4:40 a.m.

SANTO DOMINGO. En nuestra cultura, pensar en comida "fermentada" generalmente produce rechazo. Pensamos que algo "fermentado" está a medio paso de podrido, y automáticamente arrugamos la nariz y buscamos excusas para no comer.
Sin embargo, nos hemos pasado la vida consumiendo boruga, yogurt, todo tipo de quesos y panes; sazonamos con salsa worcestershire (salsa inglesa) o salsa de soya, y tomamos vino o cerveza sin ningún problema... ¿Y entonces?
Se entiende por comida fermentada aquella que es producida o preservada por la acción de microorganismos, ya sean mohos, bacterias o levaduras. Los alimentos se fermentan para conservarlos por más tiempo, para crear sabores únicos, o lograr una textura diferente.
Bacterias buenas:
Cuando muchos de nosotros decidimos adicionar "bacterias buenas" a nuestra dieta diaria, generalmente pensamos en suplementos probióticos y yogurt. Son buenas opciones, pero no son las únicas.
¿Por qué poner a trabajar las bacterias a nuestro favor?
Entre muchas razones, porque ellas ayudan a promover una óptima digestión y a absorber mayor cantidad de vitaminas y minerales. Los problemas digestivos afectan a entre 60 y 70 millones de personas solo en los Estados Unidos, y consumir comida fermentada los ayudaría con los síntomas del colon irritable, o con la intolerancia a la lactosa. Estamos claros que una buena digestión es una parte indispensable para sentirnos bien y saludables.
Nuestro tracto digestivo está lleno de bacterias. El balance entre "buenas y malas" es la diferencia entre sentirse bien o sufrir de estreñimiento, diarrea o de colon irritado.
Lo cierto es que tenemos más microorganismos dentro de nuestro sistema digestivo que células en todo de nuestro cuerpo. Los probióticos contenidos en la comida fermentada se reproducen dentro del tracto digestivo, de tal manera que "ahogan" las malas, sobrepasándolas en número.
Pero no solamente ganan una batalla microbiana, también permiten que importantes nutrientes sean liberados de los alimentos donde "habitan": vitaminas y minerales que, de otra manera, pasarían sin pena ni gloria por nuestro organismo.
Es por razones como las anteriores que muchos nutricionistas están de acuerdo en que la versión fermentada de cualquier alimento es mucho mejor que la original, y no dudan en "recetarlos".
Buscando el "alter ego"
Aunque usted no lo crea, existen muchísimas versiones fermentadas de alimentos utilizados en nuestra vida diaria. Algunos de ellos dormitan en el supermercado esperando a ser descubiertos. ¿Ha escuchado hablar del Kefir? Es una leche fermentada, sumamente popular en Europa del Este, y muy utilizado por los que padecen intolerancia a la lactosa y alergias y por su alto valor nutritivo. Los frijoles negros fermentados reducen la flatulencia e incrementan la absorción de los nutrientes.
El yogurt con cultivos vivos ayuda a aliviar el estreñimiento en pacientes con colon irritable, aumenta la defensa inmunológica, incluso previene infecciones vaginales. Otros estudios han demostrado que el "miso", una pasta de soya japonesa que dura de 6 a 12 meses fermentándose, ayuda a prevenir el cáncer de seno y en moderación, las bebidas alcohólicas nos protegen contra enfermedades cardíacas, y disminuyen el riesgo de derrames, algunos cánceres y la diabetes.
El mensaje, según los nutricionistas, es claro: incorpore la mayor cantidad de alimentos fermentados en su dieta para acceder a sus múltiples ventajas. Recuerde que algunos de ellos, como el yogurt, ciertas frutas y vegetales o el repollo fermentado, incluso pueden hacerse en casa.
himilcetejada@live.com
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